Ana Belén
Rodríguez Patiño (Cuenca,
1970) es Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de
Madrid. Ha pronunciado charlas en la UNED, UCLM, y ha sido profesora de la UNIR
(Univ. Internacional de la Rioja) en Madrid.
Guionista
de documentales (Guerra Civil, maquis, primer franquismo, 2004-2008) para el
Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (Univ. UCLM) y cortometrajes de
ficción (La foto de Harold Lloyd, Donde
acaban los mapas, Stadium).
Ha
publicado tres libros sobre la Guerra Civil en la ciudad de Cuenca (Del 18 de
julio a la Columna Del Rosal, La revolución y la pugna ideológica, Guerra
y represión en Cuenca, en 2003, 2004 y 2009) y escrito uno junto a Teresa
Rico Alfosea, Las Cuatro Esquinas del Éxito (2011).
Tiene en
su haber artículos sobre literatura e historia en prensa y libros
especializados.
Escribió
y dirigió monólogos cómicos en la sala alternativa madrileña Teatro de Las
Aguas y en distintos Cafés Teatro (2000 y 2004), con obras como Mare
Mágnum, Cómo ser un desastre y que aún así te quieran tus amigos, HistoriasD2...
En el año
2000 ganó el Certamen de Relato Corto de Castilla-La Mancha con su texto
"Vida Propia". Se haría una lectura dramatizada de la misma en
Toledo, en el mismo año. Ha ganado otros premios de poesía y relato corto
("El escriba!, "El extraño caso del ingenio mecánico",
"Historia de un molino"...)
Donde
acaban los mapas fue su primera novela (noviembre 2013, Editorial
Palabras de Agua).
Publicó
después la novela juvenil Las aventuras del joven Bécquer.
Gustavo Adolfo y el misterio de los esqueletos andantes (diciembre
2014, Ediciones Juno).
En abril
de 2015 ganó el Primer Premio de Narrativa Mujer al Viento 2015, de Torrejón de
Ardoz, con su obra Todo mortal, editada por Playa de
Ákaba.
En octubre de 2015 publicó su poemario La ciudad que hay en mí (Edit. Playa de Ákaba).
En octubre de 2015 publicó su poemario La ciudad que hay en mí (Edit. Playa de Ákaba).
Ha
participado en libros colectivos y ha coordinado antologías de relato para la
Edit. Playa de Ákaba (Madrid en Feria, Personajes de novela). En los
años 2015 y 2016 ha dirigido talleres de literatura.
PREGUNTAS
-Ana,
tras leer tu novela “Donde acaban los mapas”, me encuentro con que nos haces un
recorrido minucioso por la China comunista de Mao… ¿Cuál es el motivo?
Llegué a
esta historia un poco por casualidad. Haber practicado Tai chi durante una
buena temporada me hizo interesarme por la mentalidad china. Pero mi gusto por
la Historia Contemporánea hizo que investigara sobre el complejo siglo XX en
aquel país, más que por su etapa clásica de grandes emperadores.
A partir
de ahí, me encontré con un mundo fascinante y muy desconocido. Un mundo que me
ofrecía muchas posibilidades para novelar: política, historia de poder, de
injusticias vitales, amor…
-Como
historiadora ¿es esta parte del mundo contemporáneo lo que más te atrae?
Como
historiadora y escritora, con la edad contemporánea; como lectora, disfruto con
cualquiera, la verdad.
-Alicia
Aliorte, la protagonista, es una joven española que decide buscar su futuro en
París, como muchos otros jóvenes españoles que se van en busca de sus sueños a
otros países de Europa… ¿hay algo de ti en este personaje?
No, en
absoluto. Mi personaje no es autobiográfico, aunque sí guarda conmigo algunas
semejanzas, como el matiz del gusto por atlas y mapas desde niña, la pasión por
viajar, el ansia de libertad... Es una mujer muy perdida en su vida, que trata
de buscar su lugar en el mundo. No es mi caso, afortunadamente.
-Como
especialista que eres en historia contemporánea no te habrá costado mucho
elegir y desarrollar el tema, pero aun así, ¿necesitaste mucho tiempo para la
documentación?
Pues
nunca comienzo mucho antes la documentación que el desarrollo mismo de la
novela. No tengo esa paciencia. Lo hago al mismo tiempo. Lo que sí hago, una
vez pensada la idea inicial, es buscar datos que me ayuden a desarrollar
aspectos de la trama, y así, poco a poco, evolucionan ambos procesos casi a la
vez. Por ejemplo, mientras investigo sobre algo en concreto, escribo un pasaje,
o un diálogo, que no precisa de ello.
-¿Sueles
realizar una estructura previa cuando te planteas la escritura de una novela?
No.
Pienso a grandes rasgos en la novela y desarrollo las líneas mentalmente, pero
nunca escribo estructuras o contenidos de capítulos. Prefiero guardarlo en la
memoria. Tenerla siempre en la cabeza me ayuda mejor a encontrar soluciones a
las tramas. A veces he intentado escribir estructuras detalladas, pero termino
por no cumplirlas.
-Todos
los que escribimos sabemos que hay tres fases —generalmente y a grandes rasgos—
en la escritura de cualquier narración: documentación, escritura y revisión. En
este caso, refiriéndonos a tu novela “Donde acaban los mapas”, ¿qué parte de
todas es la que más tiempo te costó?
No sabría
decirlo. Escribí todos los días más de seis horas durante muchos meses, y el
resto del tiempo no dejaba de pensar en cómo mejorarla o en lo que debía contar
en la jornada siguiente. Al final, todo el proceso es muy intenso. Sí recuerdo
la dificultad de encontrar información sobre muchos datos sobre la China de
Mao, época aún muy silenciada. Y en cuanto a la revisión, esta nunca es fácil;
pero es una fase que no me disgusta en exceso, porque creo que es, sin duda, la
más importante de todas y donde de verdad se escribe una novela.
-Una cosa
que siempre me gusta preguntar a los escritores con los que hablo… ¿Para ti, un
escritor nace o se hace?
Para mí,
sin duda, nace. Y se va formando durante toda su vida. Otra cosa es que, a base
de esa formación, alguien sin especial talento pero con gran voluntad de
trabajo, pueda escribir libros más que correctos. Tampoco esto va asociado a
ventas. Existen escritores sin grandes mimbres que venden mucho, porque saben
conectar con el público. Y grandes literatos que no llegar al lector. Este es
un mundo muy complejo. Al final, da igual si se nace o no escritor: lo
importante es emocionar al lector y hacer que siga tus novelas.
-Además
de historiadora, guionista, narradora, poeta, etc., también eres profesora de
talleres literarios… Yo soy de los que creen que es necesario tener —al menos—
una inquietud (otros lo llaman don) para escribir y que luego se van aprendiendo
las técnicas. Pero ¿crees que es posible aprender a escribir cuando no se ha
nacido con ese “don”, con esa inquietud?
Este es
un trabajo de formación continua, donde ayuda el tener esa mirada diferente a
tu alrededor y la capacidad para transmitirla. Después, es imprescindible leer
por encima de todo (yo siempre digo que diez veces más de lo que se escribe),
estudiar, equivocarse, aprender técnica, etc. Todo cuenta. Aprender a escribir
sin estas inquietudes es ciertamente difícil. Por lo menos, para llegar a un
público que se entusiasme. Se pude escribir, no me cabe duda, pero, como para
ser pintor, hay que tener de base unas pequeñas dosis de «algo» (llámalo
capacidad, talento, aptitud…).
-¿Ana,
tus libros parten de una imagen o de una idea?
Surgen de
una idea, de una imagen, de una inquietud por explicar algo en concreto…
Incluso surgen mientras duermo (como Todo mortal y algunos relatos
cortos). Al final, creo que son las novelas las que me abordan, y no al
revés. Escribir no es más que la necesidad personal de contar cosas, y de
conseguir que a la gente le interese de verdad lo que cuentas.
-¿Alguna
vez has tenido el temido “bloqueo del escritor”? ¿Cómo te enfrentas a la página
en blanco?
Más que
bloqueo, a veces es un poco de cansancio o haber escrito cosas que veía que no
me convencían. Pero no me preocupo. Simplemente, dejo de escribir hasta que
vuelvan las ganas, que pueden ser días o semanas. Y leo, leo, solo leo. Al
final, la mente se relaja y te pide a gritos volver a sentarte y escribir.
-¿Sigues
algún proceso a la hora de escribir? Es decir, ¿lo haces siempre a la misma
hora, en el mismo lugar?
Mi método
es que no tengo método, y eso no sé si es bueno o malo. Puedo escribir sobre
cualquier superficie, en cualquier lugar y en horas muy distintas. Es cierto
que he comprobado que la rutina del espacio y la hora ayuda mucho, pero a veces
no siempre es posible. Tampoco me importa si hay silencio o no. Al final, te
acostumbras a todo. Lo único importante son las ganas de ponerse a ello.
-Supongo
que, como a todos los escritores, la edición es algo que te ha preocupado desde
que comenzaste; pero ¿te ha resultado fácil encontrar editor? ¿Cómo ves el
actual panorama literario español?
Donde
acaban los mapas fue enviada a muchas editoriales, y le gustó a Palabras de
Agua que, desde el primer momento, apostó por mi libro con el máximo interés y
me brindó todo lo que desea un escritor: apoyo, una edición cuidadísima,
presentaciones, presencia en ferias (¡incluso en la de Madrid), distribución...
Luego
gané un concurso con mi segunda novela, que la Editorial Playa de Ákaba se
encargó de editar. Aquí la experiencia también ha sido muy buena y he
conseguido grandes amigos entre editores y escritores. La tercera novela la
está moviendo mi agente.
Para bien
o para mal, todo lo que he escrito ha sido publicado, incluso una novela corta
juvenil, con lo que no tengo novelas guardadas en el cajón a las que tener que
dar salida. Y eso me da mucha tranquilidad para afrontar las siguientes
historias.
Sobre el
panorama literario español, está claro que vivimos momentos complicadísimos. Y
cuyas soluciones no son fáciles. Con el hecho de que se incidiera la educación
ante los derechos de autor desde la infancia, y se fomentara el gusto por la
lectura, creo que se daría un paso de gigante. Después hay que escribir
historias que atrapen a un lector que disfruta en la actualidad de infinidad de
alternativas de ocio. Pero la gente seguirá leyendo en el futuro si nos
empeñamos en ello.
-Ana,
tras publicar ya dos novelas y unos cuantos libros de historia, poemarios,
participaciones en antologías… ¿imaginas de alguna manera a tus lectores?
Afortunadamente,
son muy variados, y en la misma proporción hombres como mujeres. Cuando
escribo, lo hago con el pensamiento de emocionarles y de hacerles sentir mis
historias. Me gusta conectar con los lectores, que es lo más bonito de este
oficio. No escribo para mí. Si no, escribiría un diario.
-¿Cuáles
son tus libros de cabecera, tus favoritos? ¿Y los que más han influenciado tu
estilo literario?
He leído
siempre estilos y autores muy distintos, por lo que creo que me resulta difícil
contestar a eso. La poesía sí ha ejercido mucha influencia en mí a la hora de
transmitir sensaciones. Creo que la poesía es la base de la literatura. La
novela es solo una hija pequeña.
-¿Qué
podrías decirles a los jóvenes autores y a los que no somos tan jóvenes, pero
aún nos consideramos noveles? ¿Qué consejo o consejos le darías a un escritor
principiante?
Cosas
sencillas: paciencia y no tener prisa por publicar. Mientras, no dejar de leer,
leer y pulir la técnica. No creo que haya mucho más.
-¿En qué
obra o proyecto estás trabajando actualmente. Nos puedes adelantar algo?
Un editor
me ha propuesto participar en dos proyectos que me ilusionan mucho, con otros
autores, dentro de la novela histórica, en formato papel y digital. Tendrán
gran publicidad y se publicarán en mayo y verano de 2018. Aunque falta tiempo,
han de estar escritos después del verano, así que ya he comenzado a ello.
Y
mientras las editoriales terminan de leer El mensajero sin nombre, que es mi
tercera y creo que mi mejor novela, tengo en mente una novela corta, quizá solo
en digital, y otra de la que ya he hablado con mi agente para que sea la
próxima que movamos en papel.
También
estoy corrigiendo Las aventuras del joven Bécquer, que dentro de varios meses
iniciará nueva andadura. Y alguna cosa más que no puedo adelantar aún.
En
definitiva, mucho trabajo en este 2017 con vistas ya al siguiente, que se
presenta muy bueno.
-Ana, ha
sido un enorme placer compartir este tiempo contigo, escuchar tus respuestas y
aprender de una gran escritora, como eres tú… Muchas gracias por tu tiempo y
por tu paciencia.
Mil
gracias, Enrique. Para mí es un honor que un grandísimo escritor como tú, y
gran amante de la literatura, me haga esta entrevista tan bonita. Ha sido un
placer. Nos veremos entre páginas y por el mundo literario. Muchas gracias.
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