miércoles, 5 de julio de 2017

Entrevista a Rosa de Mena, autora de "Entre verdes colinas"


Rosa María de Mena nació en Madrid, es licenciada en Filología francesa y máster en Edición con mención de Excelencia por la Universidad Complutense y Grupo Santillana. Autora de novelas, relatos, artículos e ilustraciones, su afición por el arte y la literatura empezaron a muy temprana edad, y ahora no concibe la vida sin ellos. Humanista vocacional, y profesional en las áreas de traducción, edición y gestión de Recursos Humanos. Ha recibido diversos premios por sus dibujos y relatos, entre ellos, los galardones literarios: IX Certamen de Cuentos Miguel Hernández (Biblioteca municipal Isabel Allende, 2012) y el I Premio Ulises en la Isla de Wight (Playa de Ákaba y Espacio Ulises, 2016). Es miembro de la Asociación de Escritores de Madrid (A.E.M.).
Tiene tres novelas: Camino de la Alameda (Ediciones Éride, 2010), El tren perdido (Ediciones Fullcolor, 2015) y Entre verdes colinas (2016, Playa de Ákaba). Participa en varias antologías colectivas: 2084 (Inventa editores, 2016); Madrid en feriaÁngel de nieveHablar de libros es buenoUlises en la Isla de WightCrímenes callejeros y Personajes de novela (todas ellas publicadas por Playa de Ákaba, 2016); es antóloga y prologuista de Mensajes en una botella y El oasis de los miedos, ambos libros pertenecientes a "Palabras que curan", una colección que dirige para la editorial Playa de Ákaba. 
También conduce talleres de Escritura Creativa.


 PREGUNTAS

-Antes de nada, me gustaría añadir algo a tu curriculum, que no está incluido y para mi es importante. Además de filóloga, editora, escritora y humanista regentas una librería, la Librería ENTREPÁGINAS, de la localidad madrileña de Daganzo. ¿Era para ti una asignatura pendiente por tu amor a los libros o es algo circunstancial?

Circunstancial. Creo que un poco viene a ser todo lo que uno emprende en la vida. Ahora se han dado los condicionantes para que este sueño se hiciera realidad y es cuando me he lanzado literalmente a la piscina.


-En el breve tiempo que llevas regentando tu librería has organizado ya diversos actos literarios, como presentaciones de libros, clubs de lectura, etc… ¿Te has sentido decepcionada en algún momento por la falta de interés del público con respecto a estos actos en particular y en cuanto a la literatura en general?

No te voy a mentir si te digo que una espera siempre el mismo nivel de respuesta a un gran esfuerzo, pero igual que soy emocional también soy racional y consciente de que estamos en un tiempo y en un lugar poco propicios; aún así, para mí vale tanto una sola persona que haya disfrutado de estos actos literarios como si se tratara de una multitud.


-Sabemos que son las instituciones las que deben tomar medidas para fomentar el interés por la lectura y por la literatura, que tanta falta nos hace, pero ¿qué crees que podemos hacer los escritores para ello? ¿Y las librerías?

Los escritores lo primero es no desanimarnos, cosa harto difícil porque el esfuerzo es altísimo. Hay que seguir escribiendo y apoyando a quienes están en tu mismo barco. Como librera creo que es una misión la de transmitir la pasión por la lectura y los libros consiguiendo poner en contacto al lector con su libro y al libro con su lector.


-Tras leer tu última novela publicada –Entre verdes colinas- nos muestras secretos de una familia, olvidados en los dos últimos siglos… ¿Por qué te inspiraste en esto? ¿Crees que todas las familias guardan algún secreto?

Los secretos son el alma de la intriga y se necesitan para despertar el interés del lector. Esta novela es continuación de la anterior, El tren perdido, una novela histórica que no es necesario haber leído previamente, sin embargo esta quería ambientarla en el presente y la protagonista tiene un motivo que la impulsa a investigar en sus antepasados. No sé si todas las familias, pero la gran mayoría tienen algo que consideran socialmente vergonzante y que puede ser mejor ocultar bajo las «mentiras piadosas», como decía Cortázar.


-Vemos que la protagonista de tu novela –Camila Azcona- narra en primera persona su viaje a Inglaterra para encontrarse con una vieja casa que perteneció a sus antepasados… ¿Por qué elegiste ese país y no otro?

Como te decía, es continuación de El tren perdido, cuyos personajes recorren ese cordel de la industria textil que nacía en el ganado lanar extremeño, la materia prima que luego iba a las fábricas inglesas, y Entre verdes colinas hace el recorrido a la inversa hasta encontrarse con los bosques donde aún podemos encontrar las famosas ovejas Lion de pelo largo y mullido.


-Los escritores siempre ponemos algo de nosotros mismos en nuestros personajes… ¿Qué hay de ti en el personaje de Camila Azcona?

Yo creo que coincido con ella en algún rasgo de mujer moderna algo chapada a la antigua, y de Irene justo lo contrario, me identifico con ella en que es una mujer de espíritu independiente aunque sujeta a sus responsabilidades.


-¿Te costó elegir el nombre de los protagonistas?

Algo sí me costó porque pretendía que fueran nombres sencillos y a la vez no demasiado repetidos.


-¿Necesitaste documentación para alguna de las partes, tramas o localizaciones –tanto espaciales como temporales- en tu novela?

¡Puff! Por supuesto que sí, eso es lo más laborioso aunque también lo más satisfactorio por lo que aprendes; aunque conozco algo de Inglaterra, nunca he visitado las Colinas Cotswolds y he tenido que reconstruir los escenarios gracias a fotografías y testimonios de viajeros. Para el Madrid del siglo XIX, que también aparece en la novela, tuve que investigar bien para no caer en anacronismos, claro.


-Sabemos que hay tres fases imprescindibles en el proceso de escritura de una novela –documentación, escritura y revisión-. ¿Cuál de ellas es la que más te cuesta o te exige más tiempo y concentración?

Te diría que la documentación, pero no es cierto porque dedico mayor esfuerzo a la revisión hasta que considero el texto lo suficientemente pulido.


-Rosa, y ahora, la pregunta que siempre hago a mis entrevistados… ¿Para ti, un escritor nace o se hace?

Creo que primero nace y después se hace, es una aptitud innata que es ya evidente en unos antes que en otros y ese punto de partida hará que el recorrido sea más o menos largo. Los talleres ayudan a desarrollarse como escritor, pero creo que solo se acercan a ellos quienes tienen la vocación.


-¿Aún con esa inquietud o talento necesario, crees que es posible aprender a escribir?

Es posible si a la inquietud y al talento le añadimos un ingrediente imprescindible (como en cualquier otra disciplina) que es la constancia y el esfuerzo.


-¿Tus narraciones parten de una imagen o de una idea?

Ambas cosas, en mi próxima publicación, Una luz en mi ventana, esto se ve claramente: es una antología de relatos ilustrados y al principio de cada uno explico cuál ha sido la chispa creativa, que ha podido ser una idea, una imagen e incluso un ejercicio de técnicas narrativas.


-Todos conocemos el temido “bloqueo del escritor” ¿A ti te ha asaltado alguna vez? Y si ha sido así ¿cómo te enfrentas a la página en blanco?

No es algo que me ocurra habitualmente, quizá porque siempre parto de una frase o releo lo escrito anteriormente y enseguida se me conecta algún tipo de circuito asociativo o algo así que me abre multitud de puertas o ventanas para continuar escribiendo.


-Los escritores necesitamos disponer de un tiempo diario para escribir, entre otras muchas cosas, y sabemos que es difícil compaginar la cotidianeidad con la escritura… ¿sigues algún proceso a la hora de escribir? ¿Qué necesitas tú en particular?

Cuando tengo un trabajo en marcha siento la necesidad de terminarlo porque funciono por proyectos y no paro hasta ir vaciando esa especie de bandeja de asuntos pendientes que se instala en mi cabeza; así saco los huecos necesarios de forma instintiva.


-Hablando de novelas… ¿Cómo te planteas una novela, cómo la estructuras?

Parto de una idea mental y con apoyo de la documentación la voy desarrollando. Si bien tengo mentalmente una estructura lógica de introducción, nudo y desenlace, es en la revisión cuando trabajo la estructura que creo que puede funcionar mejor y la proporción de cada parte.


-¿Cómo imaginas a tus lectores?

Hasta ahora los imagino como personas con mis afinidades, con respecto a las inquietudes humanas.  Supongo que llegar a más o menos número de lectores dependerá después de conectar con ellos, aunque ahí entra sin duda la parte de promoción que es absolutamente necesaria, lo queramos o no.


-¿Cuáles son tus libros de cabecera, los que más te han influenciado  en tu carrera de escritora?

Curiosamente yo he sido más lectora de no ficción que de ficción, principalmente todo aquello relacionado con la Sociología, Filosofía y Humanidades en general (aparte de que por necesidades profesionales he estado en continua formación) y me ocurre que más que partir de influencias conscientes hago el recorrido contrario, es decir, cuando escribo mis propios textos recurro a lecturas y relecturas relacionadas. Por ejemplo, para Entre verdes colinas releí a Stendhal, Molière, las Bronte... y para escribir género negro acudo a Mary Shelley, Camus, Stephen King... Para las técnicas narrativas me apoyo en autores como José María Merino, Javier Sáez de Ibarra, Clara obligado, Almudena Grandes... 


-Como profesora de talleres literarios que eres y en tu experiencia en este sentido ¿qué puedes decirnos de los jóvenes autores?

Encuentro como punto en común la inseguridad frente a sus textos, algo que se diluye a lo largo de las clases cuando van conociendo las herramientas del escritor y se apoyan en ellas como pilares; aunque lo que más se aprende es, sobre todo, a aceptar las críticas y alcanzar perspectiva respecto de sus textos.


-¿Qué consejo o consejos le darías a un escritor principiante?

Que lean mucho, que escriban desde la sinceridad, y que acepten que escribir tiene una parte muy laboriosa de documentación y corrección, principalmente.


-¿Estás trabajando actualmente en alguna nueva obra? ¿Puedes adelantarnos algo?

Sí, como te decía, próximamente se lanza Una luz en mi ventana, una antología que reúne más de una veintena de relatos e ilustraciones que realicé en los últimos años y que ahora verán la luz (nunca mejor dicho) en octubre de 2017, gracias a la editorial playa de Ákaba.


-Muchas gracias por tu paciencia, Rosa, y por tus interesantes respuestas, que a todos nos ayudarán e ilustrarán, de una u otra manera. Ha sido un placer enorme compartir este rato contigo…

El placer, Enrique, sin que suene a tópico, ha sido realmente mío. Te felicito por esta gran labor que haces de apoyo a tus colegas escritores.





martes, 23 de mayo de 2017

Entrevista a la escritora Ana Belén Rodríguez Patiño


Ana Belén Rodríguez Patiño (Cuenca, 1970) es Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. Ha pronunciado charlas en la UNED, UCLM, y ha sido profesora de la UNIR (Univ. Internacional de la Rioja) en Madrid.

Guionista de documentales (Guerra Civil, maquis, primer franquismo, 2004-2008) para el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (Univ. UCLM) y cortometrajes de ficción (La foto de Harold Lloyd, Donde acaban los mapas, Stadium).

Ha publicado tres libros sobre la Guerra Civil en la ciudad de Cuenca (Del 18 de julio a la Columna Del Rosal, La revolución y la pugna ideológica, Guerra y represión en Cuenca, en 2003, 2004 y 2009) y escrito uno junto a Teresa Rico Alfosea, Las Cuatro Esquinas del Éxito (2011).

Tiene en su haber artículos sobre literatura e historia en prensa y libros especializados.

Escribió y dirigió monólogos cómicos en la sala alternativa madrileña Teatro de Las Aguas y en distintos Cafés Teatro  (2000 y 2004), con obras como Mare MágnumCómo ser un desastre y que aún así te quieran tus amigosHistoriasD2...

En el año 2000 ganó el Certamen de Relato Corto de Castilla-La Mancha con su texto "Vida Propia". Se haría una lectura dramatizada de la misma en Toledo, en el mismo año. Ha ganado otros premios de poesía y relato corto ("El escriba!, "El extraño caso del ingenio mecánico", "Historia de un molino"...)

Donde acaban los mapas fue su primera novela (noviembre 2013, Editorial Palabras de Agua). 

Publicó después la novela juvenil Las aventuras del joven Bécquer. Gustavo Adolfo y el misterio de los esqueletos andantes (diciembre 2014, Ediciones Juno).

En abril de 2015 ganó el Primer Premio de Narrativa Mujer al Viento 2015, de Torrejón de Ardoz, con su obra Todo mortal, editada por Playa de Ákaba.
En octubre de 2015 publicó su poemario 
La ciudad que hay en mí (Edit. Playa de Ákaba).

Ha participado en libros colectivos y ha coordinado antologías de relato para la Edit. Playa de Ákaba (Madrid en Feria, Personajes de novela). En los años 2015 y 2016 ha dirigido talleres de literatura.


PREGUNTAS

-Ana, tras leer tu novela “Donde acaban los mapas”, me encuentro con que nos haces un recorrido minucioso por la China comunista de Mao… ¿Cuál es el motivo?

Llegué a esta historia un poco por casualidad. Haber practicado Tai chi durante una buena temporada me hizo interesarme por la mentalidad china. Pero mi gusto por la Historia Contemporánea hizo que investigara sobre el complejo siglo XX en aquel país, más que por su etapa clásica de grandes emperadores.
A partir de ahí, me encontré con un mundo fascinante y muy desconocido. Un mundo que me ofrecía muchas posibilidades para novelar: política, historia de poder, de injusticias vitales, amor…


-Como historiadora ¿es esta parte del mundo contemporáneo lo que más te atrae?

Como historiadora y escritora, con la edad contemporánea; como lectora, disfruto con cualquiera, la verdad.


-Alicia Aliorte, la protagonista, es una joven española que decide buscar su futuro en París, como muchos otros jóvenes españoles que se van en busca de sus sueños a otros países de Europa… ¿hay algo de ti en este personaje?

No, en absoluto. Mi personaje no es autobiográfico, aunque sí guarda conmigo algunas semejanzas, como el matiz del gusto por atlas y mapas desde niña, la pasión por viajar, el ansia de libertad... Es una mujer muy perdida en su vida, que trata de buscar su lugar en el mundo. No es mi caso, afortunadamente.


-Como especialista que eres en historia contemporánea no te habrá costado mucho elegir y desarrollar el tema, pero aun así, ¿necesitaste mucho tiempo para la documentación?

Pues nunca comienzo mucho antes la documentación que el desarrollo mismo de la novela. No tengo esa paciencia. Lo hago al mismo tiempo. Lo que sí hago, una vez pensada la idea inicial, es buscar datos que me ayuden a desarrollar aspectos de la trama, y así, poco a poco, evolucionan ambos procesos casi a la vez. Por ejemplo, mientras investigo sobre algo en concreto, escribo un pasaje, o un diálogo, que no precisa de ello.


-¿Sueles realizar una estructura previa cuando te planteas la escritura de una novela?

No. Pienso a grandes rasgos en la novela y desarrollo las líneas mentalmente, pero nunca escribo estructuras o contenidos de capítulos. Prefiero guardarlo en la memoria. Tenerla siempre en la cabeza me ayuda mejor a encontrar soluciones a las tramas. A veces he intentado escribir estructuras detalladas, pero termino por no cumplirlas.


-Todos los que escribimos sabemos que hay tres fases —generalmente y a grandes rasgos— en la escritura de cualquier narración: documentación, escritura y revisión. En este caso, refiriéndonos a tu novela “Donde acaban los mapas”, ¿qué parte de todas es la que más tiempo te costó?

No sabría decirlo. Escribí todos los días más de seis horas durante muchos meses, y el resto del tiempo no dejaba de pensar en cómo mejorarla o en lo que debía contar en la jornada siguiente. Al final, todo el proceso es muy intenso. Sí recuerdo la dificultad de encontrar información sobre muchos datos sobre la China de Mao, época aún muy silenciada. Y en cuanto a la revisión, esta nunca es fácil; pero es una fase que no me disgusta en exceso, porque creo que es, sin duda, la más importante de todas y donde de verdad se escribe una novela.


-Una cosa que siempre me gusta preguntar a los escritores con los que hablo… ¿Para ti, un escritor nace o se hace?

Para mí, sin duda, nace. Y se va formando durante toda su vida. Otra cosa es que, a base de esa formación, alguien sin especial talento pero con gran voluntad de trabajo, pueda escribir libros más que correctos. Tampoco esto va asociado a ventas. Existen escritores sin grandes mimbres que venden mucho, porque saben conectar con el público. Y grandes literatos que no llegar al lector. Este es un mundo muy complejo. Al final, da igual si se nace o no escritor: lo importante es emocionar al lector y hacer que siga tus novelas.


-Además de historiadora, guionista, narradora, poeta, etc., también eres profesora de talleres literarios… Yo soy de los que creen que es necesario tener —al menos— una inquietud (otros lo llaman don) para escribir y que luego se van aprendiendo las técnicas. Pero ¿crees que es posible aprender a escribir cuando no se ha nacido con ese “don”, con esa inquietud?

Este es un trabajo de formación continua, donde ayuda el tener esa mirada diferente a tu alrededor y la capacidad para transmitirla. Después, es imprescindible leer por encima de todo (yo siempre digo que diez veces más de lo que se escribe), estudiar, equivocarse, aprender técnica, etc. Todo cuenta. Aprender a escribir sin estas inquietudes es ciertamente difícil. Por lo menos, para llegar a un público que se entusiasme. Se pude escribir, no me cabe duda, pero, como para ser pintor, hay que tener de base unas pequeñas dosis de «algo» (llámalo capacidad, talento, aptitud…). 


-¿Ana, tus libros parten de una imagen o de una idea?

Surgen de una idea, de una imagen, de una inquietud por explicar algo en concreto… Incluso surgen mientras duermo (como Todo mortal y algunos relatos cortos).  Al final, creo que son las novelas las que me abordan, y no al revés. Escribir no es más que la necesidad personal de contar cosas, y de conseguir que a la gente le interese de verdad lo que cuentas.


-¿Alguna vez has tenido el temido “bloqueo del escritor”? ¿Cómo te enfrentas a la página en blanco?

Más que bloqueo, a veces es un poco de cansancio o haber escrito cosas que veía que no me convencían. Pero no me preocupo. Simplemente, dejo de escribir hasta que vuelvan las ganas, que pueden ser días o semanas. Y leo, leo, solo leo. Al final, la mente se relaja y te pide a gritos volver a sentarte y escribir. 


-¿Sigues algún proceso a la hora de escribir? Es decir, ¿lo haces siempre a la misma hora, en el mismo lugar?

Mi método es que no tengo método, y eso no sé si es bueno o malo. Puedo escribir sobre cualquier superficie, en cualquier lugar y en horas muy distintas. Es cierto que he comprobado que la rutina del espacio y la hora ayuda mucho, pero a veces no siempre es posible. Tampoco me importa si hay silencio o no. Al final, te acostumbras a todo. Lo único importante son las ganas de ponerse a ello.


-Supongo que, como a todos los escritores, la edición es algo que te ha preocupado desde que comenzaste; pero ¿te ha resultado fácil encontrar editor? ¿Cómo ves el actual panorama literario español?

Donde acaban los mapas fue enviada a muchas editoriales, y le gustó a Palabras de Agua que, desde el primer momento, apostó por mi libro con el máximo interés y me brindó todo lo que desea un escritor: apoyo, una edición cuidadísima, presentaciones, presencia en ferias (¡incluso en la de Madrid), distribución...
Luego gané un concurso con mi segunda novela, que la Editorial Playa de Ákaba se encargó de editar. Aquí la experiencia también ha sido muy buena y he conseguido grandes amigos entre editores y escritores. La tercera novela la está moviendo mi agente.
Para bien o para mal, todo lo que he escrito ha sido publicado, incluso una novela corta juvenil, con lo que no tengo novelas guardadas en el cajón a las que tener que dar salida. Y eso me da mucha tranquilidad para afrontar las siguientes historias.

Sobre el panorama literario español, está claro que vivimos momentos complicadísimos. Y cuyas soluciones no son fáciles. Con el hecho de que se incidiera la educación ante los derechos de autor desde la infancia, y se fomentara el gusto por la lectura, creo que se daría un paso de gigante. Después hay que escribir historias que atrapen a un lector que disfruta en la actualidad de infinidad de alternativas de ocio. Pero la gente seguirá leyendo en el futuro si nos empeñamos en ello.


-Ana, tras publicar ya dos novelas y unos cuantos libros de historia, poemarios, participaciones en antologías… ¿imaginas de alguna manera  a tus lectores?

Afortunadamente, son muy variados, y en la misma proporción hombres como mujeres. Cuando escribo, lo hago con el pensamiento de emocionarles y de hacerles sentir mis historias. Me gusta conectar con los lectores, que es lo más bonito de este oficio. No escribo para mí. Si no, escribiría un diario.


-¿Cuáles son tus libros de cabecera, tus favoritos? ¿Y los que más han influenciado tu estilo literario?

He leído siempre estilos y autores muy distintos, por lo que creo que me resulta difícil contestar a eso. La poesía sí ha ejercido mucha influencia en mí a la hora de transmitir sensaciones. Creo que la poesía es la base de la literatura. La novela es solo una hija pequeña.


-¿Qué podrías decirles a los jóvenes autores y a los que no somos tan jóvenes, pero aún nos consideramos noveles? ¿Qué consejo o consejos le darías a un escritor principiante?

Cosas sencillas: paciencia y no tener prisa por publicar. Mientras, no dejar de leer, leer y pulir la técnica. No creo que haya mucho más.


-¿En qué obra o proyecto estás trabajando actualmente. Nos puedes adelantar algo?

Un editor me ha propuesto participar en dos proyectos que me ilusionan mucho, con otros autores, dentro de la novela histórica, en formato papel y digital. Tendrán gran publicidad y se publicarán en mayo y verano de 2018. Aunque falta tiempo, han de estar escritos después del verano, así que ya he comenzado a ello.
Y mientras las editoriales terminan de leer El mensajero sin nombre, que es mi tercera y creo que mi mejor novela, tengo en mente una novela corta, quizá solo en digital, y otra de la que ya he hablado con mi agente para que sea la próxima que movamos en papel.
También estoy corrigiendo Las aventuras del joven Bécquer, que dentro de varios meses iniciará nueva andadura. Y alguna cosa más que no puedo adelantar aún.
En definitiva, mucho trabajo en este 2017 con vistas ya al siguiente, que se presenta muy bueno.


-Ana, ha sido un enorme placer compartir este tiempo contigo, escuchar tus respuestas y aprender de una gran escritora, como eres tú… Muchas gracias por tu tiempo y por tu paciencia.

Mil gracias, Enrique. Para mí es un honor que un grandísimo escritor como tú, y gran amante de la literatura, me haga esta entrevista tan bonita. Ha sido un placer. Nos veremos entre páginas y por el mundo literario. Muchas gracias. 



martes, 9 de mayo de 2017

Entrevista a la escritora Jimena Tierra, autora de la novela "Equinoccio"



Jimena Tierra (Madrid 1979) es una escritora licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, especialista en materia financiera.

A lo largo de su trayectoria literaria ha realizado varios talleres de escritura creativa y género negro, impartidos por profesores como Alberto Olmos, María José Codes o Philip Kerr.

Es autora de algunos poemas y múltiples relatos cortos, entre los que destaca “Escombros”, ganador del concurso de Ediciones Saldubia 2014, que fue incluido en una antología. En el mismo año, fue galardonado su soneto “La vida es Aragón. La vida es sueño”, obteniendo el premio de lírica en la convocatoria Atrévete a rimar Aragón con... sueño.

Por medio de la editorial Playa de Ákaba, ha participado en el libro de entrevistas Hablar de libros es bueno y ha publicado su novela negra Equinoccio, llegando a convertirse en libro de éxito durante los tres primeros meses desde su presentación en octubre del 2016.

En la actualidad, combina la escritura con su labor de redactora cultural en diferentes medios. Entre ellos, el blog literario El invierno de las letras, con acceso desde su página web www.jimenatierra.com.






-Jimena, encantado de saludarte y de realizarte esta entrevista. Mi primera pregunta es satisfacer una curiosidad que tengo… ¿Por qué una novela con una secta satánica?

En una ocasión, un profesor de universidad puso una pregunta en un examen de filosofía. La pregunta era: ¿por qué? Los alumnos hacían cábalas sobre el porqué del universo, de la ciencia, se explayaban con Kant o con Descartes, pero solo hubo una matrícula de honor. Hubo un alumno que contestó: ¿y por qué no?



-La gran mayoría de las personas conocemos la existencia de numerosas y diversas sectas pululando por el mundo, sin embargo, desconocemos su funcionamiento interno, las distintas maneras de captación, etc… ¿Te costó mucho documentarte para escribir Equinoccio?

No supuso un esfuerzo como tal la documentación. Es un tema que me atrae y localicé información con gusto. Cuando se me ocurría una idea sobre cómo entroncar la trama, disfrutaba imaginando la cara que pondría el lector al desmontar sus expectativas.



-¿Qué te costó más, la documentación, la escritura o la revisión? ¿A qué dificultades te enfrentaste para escribir tu Equinoccio?

Soy muy minuciosa y revisé mucho la novela, sin darme cuenta de que, a medida que pasara el tiempo, nunca estaría a mi gusto porque nunca somos los mismos que hace un instante. De hecho, yo ya no soy la misma que acaba de escribir la palabra “instante”. Ese fue el verdadero problema. Cómo redactar las cosas, qué perspectiva darle con el paso de los días. Hay un momento en que, necesariamente, se debe cerrar y pasar página.



-Me encanta el personaje de Anastasio Rojo, un hombre frustrado por lo que la vida le dio (o le quitó), pero un hombre con valores, que nos enseña mucho a los lectores. ¿Qué hay de ti en este personaje?

Anastasio Rojo toma el nombre de una novela que me encantó en mi juventud, Edad prohibida, siendo los personajes Enrique y Anastasio. El apellido es crucial, toda novela negra tiene Rojo y Negro. Anastasio es un investigador nato. Como yo. Me encanta investigar, resolver dudas, seguir pistas. Incluso en la vida real.



-¿Y en cualquiera de los otros…? Por ejemplo, Verónica, una buena chica, o Eduardo, comprometido con sus ideas; pero ambos estudiantes de Derecho.

Verónica toma su nombre porque siempre se ha relacionado con el Diablo (además de con el toreo). Ambos tienen de mí la información jurídica necesaria, así como la duda existencial patente en toda la trama.



-Has realizado numerosos talleres literarios. ¿Has seguido a rajatabla lo que te han enseñado en ellos, o has incluido técnicas de tu propia cosecha, con las que tú ya te movías en el oficio?

Los talleres literarios son interesantes y necesarios. Te aportan herramientas técnicas sobre cómo mejorar el proyecto, dónde están tus errores, cómo imprimir celeridad a la narración o la forma de huir de los tópicos. También ofrecen algo fundamental: la convicción de que el escritor no es una solitaria especie en extinción incomprendida. Sin embargo, partiendo de unas nociones elementales sobre cómo ha de estructurarse una idea para que no sea un ejercicio caótico y desconcertante, el método de escritura con que hago mías las historias, es propio y autodidacta. En realidad, creo que es algo generalizado. Ningún taller puede ayudarte a encontrar las palabras adecuadas para expresar un concepto. Esa es la parte creativa, inherente al autor.



-Cuándo comenzaste –mejor dicho- cuando gestaste la idea en tu mente, ¿fue una imagen, una idea…? ¿Qué fue lo que te indujo a escribir esta novela?

Las sectas satánicas siempre me han resultado un campo muy interesante de estudio. Indagar en cómo una persona es capaz de conseguir que otra actúe contra sí misma sin ninguna medida coercitiva me resultaba fascinante. Necesitaba hacer algo diferente que supusiera una denuncia ante un fenómeno cercano y desconocido, algo que se alejase de los tópicos de terror que, lo único que consiguen, es hacer que la imagen se contemple desde la lejanía, como mero entretenimiento, sin involucrar al lector.



-¿Cuál fue el proceso que seguiste a la hora de plantearla y de escribirla, para evitar el temido “bloqueo del escritor”, si es que alguna vez lo has sufrido?

Había tanto que contar, y tantos filtros que hacer en toda la documentación que tenía, que no sufrí bloqueo del escritor. El único bloqueo fue organizar la información para que se plasmase lo más interesante, dejando fuera del argumento lo meramente anecdótico.



-El título es contundente, como debe ser un buen título. ¿Te cuesta mucho encontrar un título que merezca la pena para tus obras? ¿Qué proceso sigues para llegar a dar con el adecuado?

Muchísimo. Considero que los títulos no son lo mío. Busqué durante mucho tiempo frases con la palabra “diablo”, “mal”, “Satán”, etc. Pero estaba todo inventado. Finalmente, consideré que “Equinoccio” definía perfectamente lo que quería transmitir. Corto y directo a la yugular.



-Hablando del éxito de tu novela en estos meses… ¿Cuál crees que ha sido el éxito de la misma, además de estar bien escrita y enganchar al lector? 

Hemos hecho muchas presentaciones literarias, y el acercamiento el autor novel siempre es importante. No basta con escribir bien. Es necesario darse a conocer.



-Sé que has escrito relatos, poemas y artículos; y que esta es tu primera novela… ¿te costó mucho dar el salto de esas disciplinas a la novela?

Escribir una novela siempre es un esfuerzo muy superior al de un relato, poema o artículo (sin desmerecer estas disciplinas). Cuando escribo, tengo la idea en mi mente y no la suelto. Duermo con ella, trabajo con ella, como con ella. Eso me resta vida social, concentración en otros ámbitos y dificultad de conciliación en mi vida familiar. Una novela implica una fuerte dedicación y, aunque sabía exactamente lo que quería escribir, fue difícil compatibilizarlo.



-Antes de conocer a tus lectores, que ya conoces a muchos tras esta novela ¿cómo les imaginabas antes?

Me había formado en la cabeza la idea de que mis lectores serían jóvenes interesados por los protagonistas. No en vano, además de satanismo hay escenas de sexo, menciones a grupos de rock, etc. Me he sorprendido del público tan variado que se ha sentido atraído por esta idea y, por supuesto, me ha hecho feliz ver que puede llegar más allá de lo que imaginaba.



-¿Cuáles son tus libros de cabecera, los que más te han influenciado y con los que más has aprendido en este noble arte de la escritura?

Si he de hacer una introspección, diría que Cyrano de Bergerac me maravilló. San Manuel Bueno, Mártir (que menciono en Equinoccio), fue uno de mis predilectos. Y, por decir un tercero, Señora de Rojo sobre fondo gris. Aquellas novelas marcaron un antes y un después en mí. Como ves, no hay ninguno escrito por mujeres. Empecé a leer literatura femenina mucho más tarde y, tal vez, ya había madurado lo suficiente como para dejarme sorprender con tanta facilidad.




-Ahora que has dado el salto a la novela, y sabiendo que tu producción literaria no para, ¿en qué estás trabajando actualmente?

Este mes de mayo publico un libro de relatos titulado Conozco tus secretos. Son relatos pesimistas, que escogen los rincones más retorcidos del ser humano y los llevan hasta sus últimas consecuencias arrojando al vacío la esperanza de bondad que pudiera albergar en el lector. No me realiza escribir sobre la belleza de la primavera. Vomito letras en forma de dardos envenenados, porque el mundo está lleno de crueldad y es necesario acercarla para verla bien, con la suficiente nitidez. Es la única manera de involucrarse sin cerrar los ojos.
Asimismo, para finales de año (principios del que viene) publicaré una nueva novela. Un nuevo caso de Anastasio Rojo, que espero que guste tanto o más que Equinoccio.



-Muchas gracias por tu tiempo, Jimena. Ha sido un placer enorme charlar contigo, además de leer tu novela, que tanto me gustó. Espero que tengas una carrera de éxitos y que muy pronto podamos “leerte” de nuevo.


Gracias a ti, Enrique, por tu amabilidad, por tu apoyo y por la magnífica reseña que has hecho sobre mi trabajo literario.



miércoles, 5 de abril de 2017

Entrevista a la escritora Eva María Medina, autora de la novela "Relojes muertos"


Eva María Medina (Madrid, 1971) es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid. Autora del libro de relatos Sombras (Editorial Groenlandia, 2013), y coautora de Generación Subway Breve Vol. I (Playa de Ákaba, 2014). Ha obtenido diversos premios literarios por sus cuentos, que han sido publicados en distintas revistas literarias, españolas y latinoamericanas, y en diversas antologías. Relojes muertos es su primera novela.


«En esta novela Eva María Medina teje una urdimbre compleja en torno a unos personajes que desde el principio se nos antojan tan cercanos como nosotros mismos, logrando una especial amalgama entre la realidad y la locura y arrastrándonos inevitablemente en el torbellino de la existencia del protagonista, marcada por la esquizofrenia, pero también por el anhelo de buscar un motivo que justifique y dé sentido a su azarosa y atormentada vida.
Una obra excelente que nos adentra en los tortuosos caminos de la locura, en los vericuetos de las vidas atroces de unos personajes, de inabarcable y tumultuosa complejidad, marcados por la tragedia y empeñados en liberarse de sus tribulaciones personales.
Eva María Medina construye esta prodigiosa novela con una prosa escueta, concisa, sin alharacas ni elucubraciones, que huye de la escritura previsible y de falsas erudiciones, pero que es hasta tal punto eficaz que nos mantiene en vilo durante la lectura de esta novela corta pero no menos apasionante, tan personal, tan infrecuente, tan literatura en estado puro.»

(Extracto del prólogo de Juan Manuel de Prada)



PREGUNTAS:


—Para empezar, Eva, me gustaría darte la enhorabuena por tan notable novela, que me ha sorprendido de manera muy grata por tu conocimiento de la psique humana. ¿Por qué un protagonista esquizofrénico? ¿Qué motivación tuviste a la hora de crearlo y de confeccionar la trama de tu novela?

—Muchas gracias por tus halagos, Enrique. A mí el tema de la locura siempre me ha interesado. Muchos de mis relatos —como «Tan frágil como una hormiga seca» y «Ser el otro»— comparten esta misma obsesión. Me preocupaba, y sigue preocupándome, esa línea tan fina que existe entre cordura y locura, lo fácil que es traspasarla y verse al otro lado. Me inquieta el sufrimiento de los enfermos mentales, el rechazo social, lo difícil que es la convivencia con ellos, el ostracismo al que la propia enfermedad y la sociedad los retrae, la frustración del que quiere ayudar y no sabe cómo…
Para conseguir meterme en la piel del personaje principal, y de algunos secundarios, para crear personajes verosímiles, tuve que documentarme sobre las enfermedades mentales, en especial la esquizofrenia. Me fueron de gran ayuda ensayos como Sobre la locura de Fernando Colina o Genio artístico y locura. Strindberg y Van Gogh de Karl Jaspers, donde su autor desarrolla un estudio comparativo de las trayectorias vitales y artísticas de Strindberg, Swedenborg, Hölderlin y Van Gogh, incluyendo una indagación estricta sobre las relaciones entre locura y creatividad artística. Sin embargo, fueron los libros de ficción que abordaban este tema los que más me influyeron. Grandes novelas como El atestado de J.M.G. Le Clézio, Mi alma en China de Anna Kavan, Huida a las tinieblas de Arthur Schnitzler, Sophia de Colin Thubron, Delirio de David Grossman, Inferno de August Strindberg, Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey, Delirio de Laura Restrepo, y Tierra de David Vann.
Estas y otras lecturas me acercaron al problema subrayándome aspectos de su psique comunes en estos enfermos: sus alucinaciones (sobre todo auditivas), el desdoblamiento que pueden llegar a sufrir, su relación directa con un ser superior, que suele ser Dios, llegando incluso a sentir a ese ser superior dentro de ellos («Una especie de religión se ha creado en mi interior», nos cuenta el narrador protagonista de Inferno de Strindberg). Alteraciones en la percepción: objetos que se trasforman y les hablan, «una farola canta» en Inferno; «el blanco, al moverse, se animaliza. El negro se negrifica» percibe Adam, el personaje principal de El atestado de Le Clézio, el cual también escucha «el murmullo de una caída vecina de motas de polvo, en alguna parte debajo de un mueble.» Se creen víctimas viviendo un destino prefijado; carteles, señales, anuncios o sueños predicen su destino. Reciben malos o buenos augurios. A veces se sienten dirigidos por otra persona. El loco, al igual que el alcohólico, tiene momentos de una afinada cordura, pero también sufre embotamiento. Manía persecutoria, vértigo, mareos, angustia, insomnio, obsesiones, miedos, premoniciones, ansiedad, ira, tendencia a discutir, violencia y desinhibición (se impone el inconsciente, rompiéndose el encorsetamiento civilizatorio) suelen formar parte de su vida.
El psiquiatra y ensayista Fernando Colina en su libro Sobre la locura nos explica:
«En su polo esquizofrénico, en cambio, es el temor al contacto con el otro, vivido como invasor y maléfico, lo que le arrastra a la soledad pasiva y al desinterés por el mundo. Pero también el esquizofrénico puede reaccionar en sentido contrario, cuando a veces se agita y se disocia en una vertiginosa movilidad que no encuentra motivación».


—¿A qué dificultades te enfrentaste para escribir tu Relojes muertos?

—A la dificultad de escribir una historia sobre un enfermo mental se unía la de escribir mi primera novela, en primera persona, y cuyo personaje principal es del sexo contrario. Hubo momentos de desaliento, cuando el material se iba acumulando y me costaba dar sentido y coherencia al texto.


—El título es maravilloso, permíteme que te lo diga, muy acertado y contundente… Tras leer la novela, reconoces el porqué de este título, pero ¿podrías explicárselo a nuestros lectores, con el fin de darles un incentivo para leerla?

—Gracias, Enrique. El título, Relojes muertos, está estrechamente relacionado con la temática principal del libro, la locura. Los locos son esos relojes que ya no funcionan aunque les demos cuerda. Pero también hace referencia a esas personas que, tras sufrir grandes tragedias, están muertos en vida.
Además, genera un campo semántico amplio en la novela —como la historia del viejo que habla al reloj de pared, los cuentos que el protagonista se inventa, una pesadilla sobre una redada de relojes…— que ayuda a crear esa idea de universo cerrado.


—¿Te cuesta mucho encontrar un título que merezca la pena para tus obras? ¿Qué proceso sigues para llegar a dar con el adecuado?

—Sí, me cuesta. No sigo ningún proceso, surge de un modo natural una vez que estoy involucrada en la historia. En Relojes muertos el título surgió de una escena que luego solo insinué. Escena en la que Herminia le cuenta al protagonista que durante su última visita a su hijo al psiquiátrico, este estaba tan ansioso por arreglar el reloj que heredó de su padre —intentándole dar cuerda para que funcionase—, cuando el mecanismo de su mente estaba mucho más averiado. Esa escena fue una especie de revelación que alumbró el título.


—Cuándo comenzaste –mejor dicho- cuando gestaste la idea en tu mente, ¿fue una imagen, una idea…? ¿Qué fue lo que te indujo a escribir esta novela?

—Fue una idea la que hizo germinar un relato que, una vez acabado, siguió dando vueltas en mi cabeza. Por ello, decidí desarrollar la historia con mayor profundidad.


—A lo largo del proceso de su escritura, ¿tuviste que enfrentarte alguna vez con la tan temida página en blanco, que a los escritores nos atormenta en ocasiones?

—Por supuesto. Muchas veces es el miedo lo que nos provoca ese bloqueo; el miedo a no escribir bien, a no ser bueno… Pero si lo haces sin analizar lo que estás escribiendo a cada momento, puedes sacar ideas, alguna frase buena… Lo demás ya se irá moldeando. El proceso de la escritura es lento y requiere mucha paciencia.


—¿Cuál fue el proceso que seguiste a la hora de plantearla y de escribirla?

—Aunque suelo tener claro el principio y el final de cada historia, en el acto de escribir se va desarrollando la trama y van surgiendo bifurcaciones por las que nunca hubiera pensado que caminaría. Esto es lo mágico de la escritura, los descubrimientos que vas haciendo a medida que te adentras en la historia. En Relojes muertos hice la estructura capítulo a capítulo, aunque fue más un trabajo de escenas y de ir uniendo las piezas de un puzle intrincado.


—¿Qué te costó más tiempo y esfuerzo: estructurarla y escribirla, o corregirla?

—No podría decirte, es difícil deslindar el entramado. Afronté las tareas preliminares: documentación, elección del tono general, del narrador y el punto de vista. Trabajé el texto durante años. Lo dejé reposar un tiempo. Lo retomé de nuevo; mes tras mes, año tras año, hasta dejar de ver errores. Creo que cuando el autor ya no puede hacer nada más por el texto debe, humildemente, poner el punto final. Pero esto cuesta mucho porque nunca estás satisfecho. Cuando relees la novela, pasado un tiempo, siempre descubres errores y piensas en las mejoras que podrías hacer. «Para las verdaderas novelas», estima John Gardner, «no hay sustitutivo de la maduración lenta, muy lenta», y yo opino que esta es la única manera de abordar un proyecto serio.


—Más adelante te preguntaré por tus libros de cabecera, los que siempre llevas contigo; pero noto cierta influencia kafkiana en tus escritos. Mucha de tu producción literaria tiene que ver con lo onírico, con alucinaciones extrañas de los personajes, con esa parte oscura que tenemos los seres humanos… ¿Es cierto que muchos de tus escritos se ven influenciados por el autor checo?

—Sinceramente no lo sé, me resulta muy difícil analizar lo que escribo o del modo que lo escribo. Si muchos de mis escritos, como tú lo consideras,  se ven influenciados por Kafka, es totalmente inconsciente. Es uno de mis autores predilectos porque la esencia de su literatura está muy ligada a mis preocupaciones más íntimas: incomunicación, soledad, alienación… Confieso que cuando, en mi adolescencia, leí por primera vez a Kafka, algo en mi interior se quebró. Me zambullí en esa zona fronteriza entre el sueño y la vigilia; y en ese mundo inhabitable, incomprensible, me sentí desvalida, desorientada. El dolor, el desespero, la frustración de sus personajes los hice míos. Ahora, cuando releo sus relatos, estos siguen removiéndome. Solo la gran literatura puede hacerlo, y Kafka lo hace, y de qué modo.


—Eres autora de relatos, de hecho, todos tus libros publicados han sido de relatos hasta esta primera novela, que no deja a nadie indiferente, ¿te costó mucho dar el salto de la narración corta a la novela?

—Me costó adaptarme a la disciplina de trabajo que requiere la escritura de una novela. Tienes que dar lo mejor de ti mismo, relegar muchas cosas para dedicarte con intensidad al proyecto. No solo por ser mi primera novela sino también por mi carácter —perfeccionista y extremadamente exigente— fui muy autocrítica. Tenía que escribir la mejor novela que mi talento y trabajo me permitiesen.


—¿Te has preguntado alguna vez qué puede aportar tu literatura, tu arte, a la sociedad, incluso a la propia vida? Porque todos escribimos por vocación y siempre queremos que el lector se entretenga, pero también queremos que nuestros escritos remuevan, de alguna manera, algo en las vidas de los lectores…

—Deseo que mis libros remuevan al lector, porque la buena literatura lo hace, y quiero escribir buenas historias. Sobre la aportación de mis relatos a la sociedad, nunca me lo he planteado. Si te soy sincera, no tengo muchas esperanzas de que la literatura vaya a transformar nada, soy bastante escéptica al respecto; puede que haga reflexionar a algunas personas. Si escribo es porque necesito contar lo que me abruma, y la escritura es la mejor medicina que conozco.


—¿Cómo los imaginas, a tus lectores?

‒Me los imagino muy parecidos a mí; gente activa, con aficiones culturales, creativos, idealistas…


—Como te adelanté anteriormente, te haría esta pregunta. ¿Cuáles son tus libros de cabecera, los que más te han influenciado y con los que más has aprendido en este noble arte de la literatura?

—Muchos, quizá demasiados. Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. El castillo, La metamorfosis y El proceso de Frank Kafka. El ruido y la furia, y Mientras agonizo, de William Faulkner. La náusea de Jean-Paul Sartre. Rayuela y Los cuentos completos, de Julio Cortázar. Y cualquier novela de L.N. Tolstói, F. Dostoyevski, Virginia Woolf, Clarice Lispector, Miguel de Unamuno, Albert Camus, Bohumil Hrabal, Sándor Márai, Heinrich Böll, Thomas Bernhard, Albert Cohen, John Cheever…


—¿Y tus autores favoritos, los que podrías considerar maestros en tu carrera literaria?

—Miguel de Cervantes, Frank Kafka, William Faulkner, F. Dostoyevski, L. N. Tolstói, Virginia Woolf, Clarice Lispector, Marcel Proust, Miguel de Unamuno, Sándor Márai…


—Ahora que has dado el salto a la novela, y sabiendo que tu producción literaria no para, ¿en qué estás trabajando actualmente?

—Estoy escribiendo una novela sobre el alcoholismo. Intento adentrarme en la mente de un alcohólico, hacerme las preguntas desde dentro del personaje, y contestarlas, o intentar hacerlo, dejando puertas abiertas para que el lector libremente las cruce.


—Muchas gracias por tu tiempo, Eva. Deseo y espero que el éxito siempre te acompañe y vaya en aumento… Sé que será así, no tengo ninguna duda.


—Gracias a ti, Enrique, te agradezco el entusiasmo con el que has leído mi libro. Además, ha sido un placer contestar a tus preguntas.